Soneto 299. MUESCAS DE MEANDROS
Incesante el agua en su cautiverio
Incesante el agua en su cautiverio
que hace estragos del caudal desmedido,
que desparrama el inocuo vertido
del lance de las nubes y su imperio.
Muescas de meandros que se han invertido
en tropelías de hatos de misterio,
que, en emboscadas de niebla y sahumerio,
llevan dulzor de agua al mar desabrido.
El insumo comensal de los peces
aletea en la jerga alimentaria
del paisaje de biología extensa.
El sol se queda biselado, a veces,
mientras que con su gesta cuaternaria
el viejo Guadalquivir calla y piensa.
José Mateo Angulo García
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