Soneto 304. PAÑUELO DE YERBAS
En mi pañuelo de yerbas infiero
En mi pañuelo de yerbas infiero
ser precinto de tu aprendiz de espías
y, en tu conato vejatorio, espero
ver suscinto el devenir de mis días.
En arrumacos del sol altanero
hay quien sestea en falsas cofradías
y, en desfalcos de amor aventurero,
hay quien crea sus propias fantasías.
Sólo me queda un despeinado fleco
para errar, como cantinela incierta,
viviendo al filo de tu vida yerta.
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Sólo te queda un apacible hueco
para estar, como centinela alerta,
abriendo con sigilo, al fin, mi puerta.
José Mateo Angulo García
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